La Gringa!!!!

Algo de mí al descubierto

domingo, octubre 21, 2007

Aventuras en África (parte uno)

¿Porqué el mar rojo no es rojo? Fue lo primero que pensé cuando llegué a Sharm el Sheik. Obviamente no lo dije en voz alta para no pecar de ignorante, pero me dije que hubiera sido buena idea saberlo antes de llegar hasta ahÍ.
Lo cierto es que no importaba si el mar rojo no tenia nada de rojo porque era tan calientito y tan mansito que podía quedarme a vivir ahí sin ningún tipo de temor.
Obviamente antes de eso tenia una labor impostergable en Egipto, algo que seria tan pecaminoso como ir a Italia y no conocer el Coliseo Romano: conocer el desierto. Saber como es la arena y la luna, el frió y si de verdad todo es como en los libros de historia Universal que leí mientras estaba en el colegio.
Ese era mi sueño antes de volver a cruzar el charco a mi rica Lima. Mientras tanto el de mi hermano era conseguir a un harén de árabes que le bailaran la danza del vientre mismo Badani.
Y oh sorpresa. Los dos cumplimos esos sueños en una noche en la que a pesar del frío no extrañamos nuestras camas, ni el KFC.
Pensar Que nuestra visita a Sharm el Sheik estuvo en riesgo. Mamá estuvo por ahí un año antes que nosotros y dos meses antes de una bamba atentado que destruyó por completo el balneario. Nosotros volvimos un año después y logramos ver todo reconstruido y con el mismo esplendor que el mar rojo puede dar.
Debo aceptar que yo fui la más insistente para llegar hasta ahí. Aunque Marco tuvo que manejar por horas. ¿Por qué tanta insistencia?
Por si el Mar rojo resulta poca respuesta podría agregar que ahí no se pasea a caballo…sino a camello. No se pasea en la noche por la playa sino por el desierto y no se duerme en canbañas sino en tiendas beduinas. No se comen Hamburguesas sino cordero recién matadito y por si fuera poco los lugareños ofrecen un show en el que no bailan los chicos de Atahala Meza y su Piso 14, ni las chicas de Playboy, sino simples lugareñas que para deleite de los caballeros hacen la tradicional danza del vientre ( y hasta se atreven a enseñarla a inexpertas en el baile como yo).

Incio de la travesía

La camioneta del tour (de la misma empresa que terminaremos odiando-amando más adelante) nos dejó en el desierto a las cinco de la tarde. El tiempo justo para llegar al sunset después de una hora de paseo a camello.
Nos subimos a los camellos. Mi hermano y Marco sufrían porque el asiento de los camellos les ajustaban las partes masculinas. Mamá sufría por ver mi cara de miedo.
Es que señores si le tengo miedo a los caballos díganme ustedes que les puedo decir de los camellos. El miedo me invadió, pero logre controlarlo una vez que estaba como seis metros encima del suelo. Sentía que podía tocar el cielo mientras que el dromedario se meneaba de lado a lado colaborando con mi inequilibrio.
Al llegar nos metieron a una tienda beduina. Si, si es como en mis libros. En esas tiendas habita gente que vive del turismo. Son muy amables con nosotros (obviamente se les paga algo porque en este mundo ya ni respirar es gratis) y nos invitan un té. Por un momento pensé antes de tomarlo. Pero si he comido alimentos en las más dudosas carretillas limeñas y en los huariques menos aseados de mi Lima la gris porque despreciar un rico tecito. ¡Hasta repetición pedí! Pero era hora de seguir el camino.
Posteriormente volvió la camioneta del tour por nosotros para llevarnos a al tienda beduina que nos acogería por el resto del tour. (y mi parte favorita diría yo): La cena.
Comida típica del lugar. Animales recién mataditos, arroz árabe (parecido al que se come aquí), algunas otras cosas típicas como croquetas, verduras y macarrones y bueno de tomar el toque americano y fuera de lugar: Una pepsi.
En medio de la cena comenzó un espectáculo de bailes y …la danza del vientre. Obviamente a esas alturas yo ya había aprendido algo de eso, auque no puedo decir que lo hacía bien. Fue muy divertido, pero lo más divertido estaba por llegar.
Al acabar todo el show cada empresa de turismo recogía a sus turistas. En nuestro caso, como diría Sabina “y nos dieron las diez y las 11 y las doce y la una y las dos y las tres”. ¡Se habían olvidado de nosotros!. Parece divertido pero créanme que al inicio no era nada divertido quedarte en medio del desierto sin ningún tipo de comunicación con el mundo real: no celulares, no Internet ¡Nada!
Pasaron las horas y las caras cambiaban. Estar en el desierto hace que uno pierda el sentido de ubicación. No hay norte ni sur ahí todo es arena y de noche.
Nos sentamos con temor hasta que la familia dueña de la tienda beduina nos invitó a compartir con ellos una especie de fogata. Ellos toman ahí una hierba que es como un mate y se llama chicha. Lo soplan y lo absorben. Mientras iban haciendo eso íbamos conversando sobre nuestras costumbres y nos dimos cuenta que aunque no parezca por ahí también llega la tecnología.
En una tienda beduina, el mayor o jefe da familia es el único que tiene derecho a tener un televisor nos explicaba la hija menor de la familia. Tenía 11 años pero era el doble de mi tamaño. Comunicarnos no fue nada fácil pero la magia de la noche y el lugar nos hizo entender que no hay nada más cierto que decir que hay ocasiones en que las palabras sobran.
Después de una amena conversación a la luz de las estrellas ya casi nos habíamos olvidado que estábamos olvidados en medio del desierto.
Cuando menos nos dimos cuenta el carro llegó por nosotros y como despedido la niña de 11 años extrajo dos pulseras que ella realiza como recuerdo de nuestra “visita”. Nos las puso en la muñeca a mi mamá y a mí y ambas lamentamos no tener dada para darle a manera de intercambio. Con una seña nos dijo que es no era problema y con un abrazo nos despedimos. Trepamos la camioneta. Pensamos en cancelar el tour que teníamos al día siguiente con la misma empresa, pero finalmente antes de molestarnos tenemos que agradecerles porque ningún turista tuvo la oportunidad de vivir nuestra experiencia. Hay cosas que el dinero no puede comprar, y una noche en el desierto a la luz de las estrellas es una de ellas.

sábado, octubre 20, 2007

No sé cuando fue ni cómo paso así que no me lo preguntes. Tampoco te lo contaré. Yo sé que con solo ver mis ojos puestos en los tuyos te darás cuenta de lo que pasa sin soltar ni una sola palabra. A veces esas sobran.
Este no es el momento ni el lugar para decir las cosas, lo sé, pero me ahogan y necesito extraerlas de mi mente y corazón confundidos. A veces el miedo me gana, otras veces lo hace el corazón y la mayoría el cerebro, pero nunca los tres se ponen de acuerdo para hacerme sonreír.
Si lees esto y te das cuenta. Por favor no digas nada. Calla como hasta ahora. Seamos dos extraños que nos queremos mucho, pero dos extraños al fin y al cabo.
Algún día, cuando las circunstancias sean otras estas palabras se volverán hechos, se volverán besos , se volverán amor. Ahora son solo palabras que el viento se llevará antes de que te des cuenta que eran para ti.