La Gringa!!!!

Algo de mí al descubierto

domingo, enero 13, 2008

Juegos peligrosos



Este post es para Ezio,Gianpiero y Stefano, mis tres niños que ya dejaron de serlo hace mucho, pero que sospecho tuvieron más de 30 juegos peligrosos en su niñez.
Para Abraham y Adrián, quienes están en la edad de los juegos peligrosos. Su hermana me pidió un post más divertido, yo solo espero que al terminar de leerlo los agarre bien de la mano antes de cruzar la pista.
Para Marianito….Para que su madre me permita estar con él y así evitarle los juegos peligrosos. (Aunque después de este post no sé que tanto confiará en la tía)


Cuando somos niños exploramos, conocemos el mundo, nos ensuciamos, gritamos, todo nos resulta nuevo y hasta divertido. Hay pequeños que se divierten con una caja de cartón y solo basta la imaginación para jugar.
Así era yo, tenia más de treinta muñecas, y todas eran flor de un día. Recuerdo que solo le hacía caso a mi peloncita (que creo que mi abuela vendió a una ropavejera a cambio de una batea plástica). La pobre muñeca se quedó una vez sin cabeza, pero con un pedazo de hilo supe regresarla la vida.
Y aunque mi madre aún se jacta diciendo que de niña yo “era una santa” y yo le corrijo sin éxito aclarando que aún “soy una santa”, mi imaginación me metió en problemas en más de una ocasión.
No es el nombre de una película de corte sensual o policial, simplemente es demostrar que yo, a los cinco años también tuve mis “juegos peligrosos”.
Para los que son padres, o lo serán pronto, para los que tienen sobrinos o hermanos, He aquí un recuento de los juegos que me llevaron más allá de un mundo mágico, para que todos, después de leer este post, se pregunten –como diría Maná- “¿Dónde jugarán los niños?

La malabarista de circo

Era domingo y mi familia decidió salir a almorzar a un restaurante de comida china. Recuerdo que estaba molesta porque a mis cinco años prefería comer una hamburguesa, pero en ese entonces no tenía la capacidad económica de decidir que quería comer.
Como en varios restaurantes de comida asiática, además de los tradicionales cubiertos incluían los palitos de madera, y tras un intento frustrado por aprender a usarlos (confieso que hasta ahora no se hacerlo a pesar de que Claudia me enseñó varias veces), me los llevé a casa de recuerdo.
Ya en mi hogar, los tomé entre mis manos, los miré un rato ¿Qué hago con ellos? , me pregunté unos minutos ¿alguna manualidad? ¿Qué terminen en la basura?
Buscaré un juego para aprovecharlos asentí y deje que mi imaginación volara unos segundos.
Ya sé, exclame para mí. Estaba sola y es realmente preocupante lo que una aburrida niña de cinco años puede hacer si tonterías como estas llegan a sus manos.
“Seré una malabarista de circo” decidí.
Solo tengo que colocar los palitos en diversas partes de mi cuerpo y evitar que estos se caigan, deben mantenerse en pie la mayor cantidad de tiempo posible.
Así comencé mi nueva aventura. Primero hacia equilibrio en mis manos, pero descubrí que era demasiado fácil, lo divertido era buscar otras partes del cuerpo. Entonces decidí que mi nuevo punto de equilibrio seria el hueso que está entre los ojos. Es así como un extremo del palito chino se apoyo en el suelo y el otro en esa parte del hueso. A lograr mi hazaña con éxito era momento de explorar otros campos. Pasé entonces a la nariz. Coloqué, al igual que anteriormente una punta del palito en el suelo y la otra entre ambas fosas nasales. En esta ocasión, para darle cierto grado de “emoción” comencé a ejercer cierta prisión con el suelo y…
La punta que estaba junto a mi fosa nasal ingresó a ella y con la presión que ejercía con el suelo alcanzó cierta profundidad. No se cuanto, lo único que recuerdo es que mi nariz se convirtió en un caño de sangre que ya había manchado mi polo y comenzaba a hacer un charco en el parquet. Al notarlo solo atiné a gritar y cuando mi madre entró asustada el panorama era desolador. Toda yo era un charco de sangre. Corrió a lavarme deseperada. La hemorragia terminó y cuando ya estaba más tranquila solo me preguntó extrañada “¿Se puede saber que estabas haciendo?”
Yo solo esperé que no se moleste conmigo y le dije “Mami, era una malabarista, pero me fallaron los cálculos, ¿Lo puedo volver a intentar?”


La vendedora de tienda


Era una tarde como las muchas en las que Ale venia a jugar. Eran tantas las que compartíamos juntas que ya estábamos hartas de los mismos juegos. Jugar a la familia, a la escuelita, a las Barbies, era una rutina que comenzaba a aburrirnos y a los siete años ya nada nos parecía suficiente. En esta ocasión mi hermano nos acompañaba ya que sospechábamos que de a tres, lo que fuese que hiciéramos era menos aburrido.
Al no encontrar solución a nuestro aburrimiento crónico decidí comunicarle a mi madre nuestra situación para ver si nos daba alguna idea divertida.
Como siempre ella, tan angelical en ese entonces salió a nuestro rescate con un veredicto que resultaba mejo que cualquier otro
“Que les parece si juegan a la tienda. Les presto mi balanza, unas monedas de verdad, un poco de arroz, frijoles, azúcar y harina y listo”.
La idea de jugar con cosas de verdad como monedas, comida y la balanza nos pareció buena totalmente hartos de los plásticos de Basa y de los juguetitos con sonidos estúpidos, así que aceptamos sin chistar en menos de cinco minutos teníamos en el suelo una tiendita armada con frasquitos, menestras, balanza monedas y varias cosas más.
Luego de varios minutos jugando sin inconvenientes hasta que llegó a mi un puñado de frijoles. Observé con cautela que cada una de las semillas tenía un puntito negro. Pensé que eran bichos (ok si, ¡Qué tonta!).
Acerque uno de los frijolitos a mis ojos, pero mi miopía no me permitía quedarme tranquila.
Como la luz seguía prendida decidí acercar el frijolito a la luz y yo también comencé a mirar con detenimiento hacia arriba mientras sujetaba con mis pequeñas manos el escurridizo frijolito. Y digo escurridizo porque en menos de un segundo este resbaló de mis manos y fue a caer, como por arte de magia dentro de una de mis fosas nasales. (Sí, las mismas que un año antes habían sufrido los estragos del juego del malabarismo).
Tener ese fríjol intruso dentro de mi cuerpo y no precisamente dentro de mi estómago, me hizo entrar en ataque de angustia. Comencé a chillar como la chilindrina y esto resultó contraproducente ya que no podía respirar con una sola fosa nasal.
Mi madre intentó por todos los medios que el intruso saliera de mi nariz que ya estaba hinchada, pero al no lograrlo me llevó con pasos agigantados donde mi pediatra (que, por cosas del destino y de mis ángeles guardianes, era mi vecino).
Yo seguía llorando presa de la angustia y mis movimientos no permitían que el doctor me sacara con una pinza el fríjol. Con un grito de desesperación mi madre me dijo “Si no te calmas y dejas que el doctor saque el frijol, te tendrán que operar”. Obviamente era una mentira para que dejara de llorar, pero en ese entonces lo creí y como la sola palabra operación me aterra casi por arte de magia quedé más callada que un mudo y el fríjol salió tal como entró. El doctor me preguntó si quería guardar la dichosa semillita de recuerdo, pero con un no rotundo di por zanjado el episodio.
Al volver a casa Ale y mi hermano esperaban jugando tranquilos. Mi mamá nos quitó velozmente todo lo que nos había dado para la tiendita mientras yo indiqué que quería seguir jugando. Mamá nos mandó a todos a dormir y mientras yo, que no había disfrutado del juego le insistí para seguir jugando, mi hermano y Ale se levantaron resignados y antes de salir de mi habitación mi hermano volteó con cara de pocos amigos y solo me dijo “¡Valeria, ya vez, malograste el juego!”.


El pasamanos es la cima

Cuando me iban a cambiar de nido misa padres me llevaron a conocer el nuevo local. Fue detalle de su parte que todavía agradezco y si hay algo que me encantó en este nuevo sitio era que tenia un amplio jardín y muchos juegos: Columpio, pasamanos, subibaja, entre otros.
Si hubiera existido un concurso de columpio estoy segura que lo ganaba. Me encantaba llegar lo más alto posible y vaya que lo lograba. También robaba columpiarme parada, arrodillada, con una sola mano y siempre salio ganando, sin embargo no pasaba lo mismo con el pasamanos.
Mientras mis amiguitos lograban sin problemas cruzar al otro lado del pasamanos yo no pasaba del tercer o cuarto peldaño ¿así se dice?
Mis amiguitos más aventados, aburridos de pasar con una increíble facilidad de un extremo a otro comenzaban a hacerlo desde arriba, atrapados como monitos desde la parte de arriba del pasamanos sin más seguridad que sus propias manos avanzando a gatas.
Un día quise hacer lo mismo y no quedarme atrás, aunque todavía no lograba pasar de un extremo al otro, estaba decidida a convertirme en una monito más y trepar por arriba. Así me pase casi todo el recreo intentando trepar y lo logré. Solo que una vez arriba el pánico a las alturas me atacó. Justo en ese momento sonó el timbre y mis amiguitos, que ya no me habían visto arriba, entraron al aula.
Entonces yo quede arriba sin moverme y casi con la respiración entrecortada hasta que diez minutos después una de las auxiliares (que sospecho se percató de mi ausencia) fue a buscarme al patio, me encontró visiblemente asustada y me ayudó. Desde ese día decidí continuar siendo la reina de los columpios, pero con los pasamanos, mejor de lejos.


***Sospecho que este post tendrá segunda parte, solo tengo que desempolvar el baúl de mis recuerdos

3 Comments:

  • At 1:48 a. m., Blogger Gab said…

    Hola Valeria. como estas? me pareció muy interesante este último post y me hizo recordar cuando era pequeño, aunque no tuve muchos juegos peligrosos lo peor que me paso fue tragarme un boton. Bueno espero leer pronto la segunda parte y tambien espero tu visita a mi dramático blog. La dirección es http://villrenato.wordpress.com
    cuidate
    Tu amigo Renato

     
  • At 8:52 p. m., Anonymous Anónimo said…

    lo del malabarismo para cualquier mamá es un cuento de horror. como deben de haber estado asustadas las dos. mira a la gringa, recontra traviesa como todos los niños sanos. yo sólo rompia lámparas. aaa me escape de mi casa como a los 6 años
    claro que regresé pero casi me matan, hahahaha
    besos
    Giana

     
  • At 7:53 p. m., Anonymous Anónimo said…

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